bafici 2010

Haciendo el esfuerzo de despejar las telarañas virtuales que se tejieron en el blogspot, abandonado por sus propios seres queridos, consideré oportuno, dada la activa participación de varias de las integrantes del presente espacio y, but not least, habiendo estado presente en algunos pocos eventos del Festival, retomar los textos que permitan mantener este mecanismo infiel, aunque perdonable, de comunicación.

Estoy, debo decirlo, en deuda abultada. La ausencia de comentarios sobre A Serious Man (Cohen Bros.), Dos Hermanos (Daniel Burman) o Le pere de mes enfants (Mia Hansen-Løve) entre otras cintas visualizadas en el período de la mudez textual no dejan de mortificarme, aunque, lo reconozco, no me quitan el sueño, la verdad. Ya me tomaré el tiempo, o él me ignorará, para volver sobre esas piezas entre destacadas y curiosas, geniales y banales, para dar una pista, digo.

Pero el motivo de la presente está orientado a relatar las experiencias que se sucedieron entre la inauguración y el cierre del otoñal evento al que nos hemos acostumbrado, y con razón. Para comenzar nada mejor que alzar las copas por la alegría que produce que un acontecimiento cinéfilo como el que se produce en Buenos Aires, cada abril, efectivamente suceda y se mantenga. Se trata de un verdadero valor patrimonial de esta ciudad y sus inquietos habitantes, desde los freaks a los snobs, de los miopes hasta los lúdicos. En fin todo bicho caminante que tiene algo de pulgas encima encuentra en el BAFICI un territorio que lo estimula y provoca. Además se conecta con paranormales como él... o de la tribu contraria. Y eso es buenísimo!


Curiosamente el inicio fue por ausencia. No recibí ninguna invitación para la Inauguración y por lo tanto no estuve presente (la idea fue que no se me había invitado aunque después fui informado que el tema invitaciones fue caótico y mal organizado) en el 25 de Mayo, cine barrial por excelencia en mi más tierna infancia (me encanta que haya sido recuperado pero no coincido con el criterio de restauración que se aplicó.... pero ¡gracias Villa Urquiza!). Sabía, había sido difundido con aviso, que se proyectaría JUICIO Y CASTIGO del incorregible (diría Georgy) Rafael Filippelli y luego un cóctel de apertura. Debo confesar que si me hubiesen invitado mi ausencia se hubiese producido de todas formas ya que después de haber visto, en la edición 2009 del mismo festival, MUSICA NOCTURNA, dirigida por el nombrado más arriba, me prometí evitar repetir experiencias de esa naturaleza. Y no soy de romper promesas... De todas maneras, dado el carácter y la temática anunciada de la nueva presentación, sí me interesó conocer las opiniones que dicha proyección había provocado. Digamos que no fueron muchas y, para sintetizar, que colocaron a la peli la mitad de la tabla para abajo apareciendo, también, los que la enviaban al descenso directo con doble tarjeta roja. En fin, haber elegido un filme de esas características es plantar bandera con colores definidos. El acto en sí, es valioso. Su contenido, dudoso. me parece, quizás esté equivocado, un ritual donde prima el ombligo espejado de quienes se presumen por encima de cualquier cosa. (¿algo que ver con el ser nacional?).

Pero vayamos a lo que sí vimos. STROMBOLI, vieja película (1950) de Roberto Rossellini protagonizada por
Ingrid Bergman, su mujer. Se trata de un cuento inverosímil, se nota el forcejeo intelectual dentro del guión para justificar la presencia de la diva, con reflejos de tragedia y una clara inscripción en el catolicismo militante del realizador. El final es francamente patético desde lo ideológico. Pero, como sucede habitualemente en estos casos, tiene algunas escenas que demuestran la mano maestra del cineasta: la secuencia de la pesca del atún es antológica y la erupción del volcán con el pueblo reunido es sus canoas también alcanza alturas de elegía. La emoción fue estimulada por la visión de una copia balnco y negro en 35 mm. Algo que hace mucho tiempo no experimentaba.

HACEME FERIANTE de Julián D´Angiolillo. Una destacada opera prima en la que se
nota la muñeca gráfica, sensible, del realizador. Un viaje de descubrimiento por un mundo inaccesible y azaroso: La Salada. Personajes de todo calibre, situaciones que rozan lo inverosímil, asambleas populares, apoyos sectoriales y manifestaciones culturales se mezclan con pasillos en cadena, suciedades de diverso grosor, miserias, fabricaciones truchas y comercios ilegales aunque, al parecer, legítimos. Una pintura dinámica, conceptual y bien narrada producto, se nota, de un esfuerzo mayor.

También vimos, esta vez con MAJ,
POLICE-ADJECTIVE (Corneliu Poromboiu). Película venerada por la crítica cool dominante del sistema comunicacional. Mi impresión es que estas cosas, que parecen ser audaces, innovadores, sorprendentes y otros epítetos de similar calibre, en verdad tienen muchos antecedentes en la historia de le cinema. Contar historias con planos de extensión infinita, desafiar la paciencia del espectador en términos de aguante subjetivo, plantear dilemas morales entre el ser y el deber ser, ironizar con o sin sutilezas sobre valores establecidos y otras menudencias del estofado fílmico son más viejas que la propia vanguardia. La verdad es que el reloj no me da para soportar una cámara fija con la imagen de un señor comiendo mientras la banda sonora pasa completa, y la repite, una canción insoportable al oído durante ocho (8!!!) minutos interminables. Y eso es sólo un botón de muestra. Creo que la intención no escatima cierto sadismo que se filtra en los panegíricos de la modernidad y estas vueltas cíclicas sobre lo que fue en otro tiempo revela la pérdida de memoria, o escaso conocimiento, que fagocita las cortezas críticas. No sé si me explico. Un plomazo.

Tengo que completar la crónica mencionando la visita que hice a los estudios de postproducción CHE REVOLUTIONPOST (parte de las atividades especiales). Muy buen lugar, increíble los equipos y me encontré con viejos colegas, ratas de laboratorio que quiero y respeto de verdad. Laburantes, bah!
Hasta la próxima.

I LOVE TERRY


The Imaginarium of Doctor Parnassus retoma el viaje que alguna vez se inició con Time Bandits, continuó con Brasil y las Aventuras del Barón Munchausen. Un vuelo del libre albedrío de lo imaginario. Nuevamente habrá que atravesar una puerta, en este caso son cortinas de plástico de fosforescente reflejo, para incluirse en un universo donde las leyes pertenecen a otra realidad, a una nueva distribución de la lógica. Serán trayectos inesperados, fantásticos y sorprendentes, para dar fe que en el potencial humano son muchos los rincones a descubrir. Y eso es a lo que nos invita el inefable Terry Gillian, un hombre del Renacimiento que habita en nuestro siglo. Sin renunciar a su inscripción en el clasisismo literario Terry nos propone una galería de personajes absurdos y morales, ridículos y queribles para producir una incisión no exenta de dolor sobre los núcleos de las apetencias, argucias y frustraciones que tenemos quienes estamos circunstacialmente presentes en esta parte de la historia. Esta vez el protagonista es una gestalt conformada por un cansado mago de mil años (merecido homenaje a Christopher Plummer), una muñeca clásica a punto de perder su virginidad (indescifrable Lily Cole), un asistente de presentador y un enano (uno de los Bandits que se filtró en el Tiempo). En el suburbio del núcleo planetario aparecen dos satélites imprecindibles: Tom Waits en el papel de un Fausto posmo y baboso (dibujado para el singer) y el conjunto Heat Ledger, Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrel para conformar otra gestalt, en este caso nada ficcional sino producto de la terca presencia de la muerte en vida. Tony, que así se llama el self-made-man, será el último eslabón que habrá que superar para mantener la vigencia de lo extraordinario. Es cierto que en todas las pelis de Gillian (quizás con la excepción de Brasil) hay un exceso en el tempo de algunas secuencias, cierta propensión a que si algo vale será en toda su extensión. Puede que produzca una cierta oscilación en el devenir de quienes navegamos en aguas del incierto oleaje narrativo. Pero el resultado está destinado a hacernos renacer un profundo amor hacia aquellas cosas que, por inverosímiles y arbitrarias, absurdas y poéticas, nos arrastran hacia mundos de los cuales quisiéramos sentirnos arte y parte.

Alice in Wonderland - Burton vs Disney


Advertencia: al final hay spoilers. Por si les importa.

Hoy en día las películas no empiezan con los títulos - empizan mucho antes. En los anuncios de realización, en los posters promocionales, en los trailers spoileros. Hace meses que Disney se encargó de generarnos expectativa por el maravilloso estreno de Alice in Wonderland, dirigida por el señor Tim Burton. Y finalmente, el pasado jueves 4 de marzo, Alicia llegó a las salas.

Nunca dudé del talento de Tim para llevar el cuento de Lewis Carroll a la pantalla grande - si hay alguien que tiene un país de maravillas en el cerebro, ese alguien es Tim Burton. Lo que me preocupaba era la productora: trabajar para Disney es un arma de doble filo. El presupuesto para la realización, así como su mundial distribución, estaban garantizados: el problema era que Burton tendría que condicionar su visión a algo más apto para niños, probablemente.

A pesar de eso, Alicia es tan encantadoramente tenebrosa y colorida como lo esperaba. El desarrollo de la tecnología ha alcanzado el punto que hace años busca: que la animación no se note. Así como en Avatar, parece que Burton tiró a todo su equipo de rodaje a través del agujero del conejo, y bajó hasta el País de las Maravillas para filmar la película. Pero más allá de la técnica, el resultado es sencillamente bellísimo. Paseamos por los jardines soñados, las ruinas de fuego, las maravillas a las que Tim nos tiene tan malacostumbrados.

El casting también es un punto fuerte. A pesar de que la mayoría de los personajes son animales (mágicamente reales), los humanos brillan por sus interpretaciones. Los mayores aplausos van para las dos reinas: Anne Hathaway como una Reina Blanca exageradamente delicada y de uñas moradas, y la gloriosa Helenna Bonham Carter como la Reina Roja más demente y malvada de la historia de las Alicias. Y como siempre, reconocer a los queridísimos personajes clásicos (el Gato de Chesire, el Conejo Blanco) que hasta dan ganas de ponerse a aplaudir cuando aparecen.

Como todas las películas de Hollywood de ahora en más, Alicia puede verse en 2D, 3D, o en el IMAX. Ya casi afiliada a la sala del Norcenter, una vez más afirmo que ir al IMAX es una experiencia completamente diferente. Todas las películas que allí se estrenen aprovechan su aspecto visual y sonoro al 100%, y Alicia no es la excepción. Aquí Disney nos ganó una batalla, pues sólo se proyecta doblada al castellano. Sin embargo, el doblaje está muy bien y prolijo, y no hace sangrar los oídos.

Podemos reconocer tramas y escenografías claramente burtonianas, y también disneyladenses, como si toda la película fuera una tensión escena a escena entre el director y la productora. Un río de cabezas flotantes salidas de Sleepy Hollow, un ratoncito tierno pero fiero guerrero, un pajarraco malvado que muere de forma violenta en primer plano. El resultado es un tibio intermedio: la película será Apta para todo público, pero los niños pequeños no la pasarían muy bien mirándola (hay cosas que les daría demasiado miedo).

Es una pena que en la pulseada final, Burton siga creyendo en los finales felices típicos. Sólo por esta vez, me hubiera encantado que Alicia pateara el tablero, mandara la realidad al carajo, y decidiera quedarse para siempre en su mundo de maravillas.

AVATAR 2º PARTE


Experiencia singular casi inevitable. Desde la reserva de entradas - fuimos doce en grupo al I-MAX - por internet hasta las reflexiones posteriores que no terminan de cerrarse. AVATAR resulta, quizás, un "turning point" del espectáculo cinematográfico en varias de sus vertientes. El primer impacto, nunca mejor empleada la palabra, se da en la primera escena, esa especie de lugar de tránsito donde los containers metálicos descargan cuerpos humanos mientras los enfermeros voladores van liberando a los nuevos habitantes de un espacio desconocido. La sensación de profundidad, que luego se va a repetir en increíbles paisajes artísticos, produce una sensación de vértigo desconocida y perturbadora. De allí en más el asombro realiza viajes intermitentes entre lo inaudito y el acostumbramiento. Acaso el relato es una excusa para hipnotizar con deslumbrantes estímulos perceptivos? No parece. No caben sino loas para los gestores de tamaña empresa. Años, quizás menos de los que deberían haberse empleado para semejante logro, parecen el resultado de increíbles ingenieros de la imaginación y notables artistas y técnicos del diseño. La obra parece trascender al cine. No se trata de contar una historia ni traducir en imágenes y sonidos los contenidos de una idea desarrollada. Más bien parece intentar dar el salto para que, hacia adelante, el camino sea otro: el de lo impensable, aquéllo que podrá presentarse sin antecedente oficial. Y sin embargo...
Tantos postulados reflejan un nuevo estadio del desarrollo del simple hecho de ir a una sala
, sentarse, aguardar que las luces se desvanezcan y quien ocupa la butaca pueda suspender su devenir entregándose a la efímera ilusión de estar en otro lado, ser parte de otra historia. Pero para ello habrá que recurrir a las reglas que, desde la Antigüedad, rigen los desafíos del relato. En este caso el antecedente estál Trayecto del Héroe (Lajos Egri, The Art of Dramatic Writing & The Art of Creative Writing) que tanta influencia tuvo en los 70´s sobre los jóvenes que salían de las universidades californianas de cine. El Héroe, para llegar a su meta, habrá de realizar un viaje donde deberá enfrentar, y salvar, los peores peligros para lograr su proeza y poder ser confirmado como tal. En este caso la variante pasa por contraer la infinita realidad a sus extremos: el mundo real - marcado por un deseo de poder absoluto, intereses económicos de diabólica ambición, poder de fuego destructor absoluto - y el mundo ideal - el origen de las civilizaciones, la armónica sinapsis entre el hombre y la naturaleza, el tribalismo mágico y practicante de Dioses sobreprotectores-. En esa contienda nuestro espíritu vuelve hacia lo inmaculado, a lo que, de alguna medida, fuimos y perdimos. Al pensar en qué otras películas pudieron haber ocupado un lugar semejante para otras generaciones se me ocurrió recorrer el archivo de la memoria y el blanco se abrió en "2001, la odisea del espacio" ( 2001: A Space Odyssey, Stanley Kubrick, 1968). También en ese caso se habló de un antes y después del cine de ciencia ficción y, posiblemente, así haya sido. Sin embargo los basamentos reales de la historia incluían cuestiones más abstractas. ¿Existe vida de las máquinas? se preguntaba. ¿Hay un destino para el cosmos? ¿Seremos producto de algún inexplicable accidente de geométrica apariencia? Los interrogantes reflejaban otro momento civilizatorio, aquél que hacía de la ambigüedad uno de los fundamentos de la filosofía o que demandaba realizar un viaje sin perspectivas razonables. El héroe, Hall 9000, no era tal. Más bien se trataba de dilucidar lo imposible, la misteriosa infinitud del universo marcado por la pequeña talla del cuerpo humano. El resultado era inquietante, poco comprensible, vinculado a signos que no tenían, para el momento, un sentido único. Ni siquiera sentido.
Volviendo a Avatar hay que agradecer semejante despliegue de inteligencia digital. Es difícil pasar por momentos de tamaña magnitud de física virtual, sensaciones corporales y percepciones inéd
itas. Pero la obligatoria necesidad de identificarse con el Bien, de odiar al Mal, de aceptar, finalmente, que van de la mano, no llega a crear una emoción que produzca un interrogante que perturbe nuestro devenir. Es lo que me pasó al finalizar las tres horas de proyección.

Amor sin escalas, de Jason Reitman



Podrida del calor y de severo mal humor por ello, me entusiasmé con ir a pasar un buen momento yendo al cine a ver una sólida comedia norteamericana, en una buena sala con aire acondicionado, buena proyección y sonido, y por último -lo admito-con la íntima esperanza de encontrarme algún conocido en la cola del cine sacando entradas (¿Georges Clooney, tal vez?). En ese plan, fui a ver Amor sin escalas, para probar cuánto de eso es posible encontrar en el Hoyts un miércoles a la noche.

El problema no fue tanto que no me encontré con Georges en el Abasto (lo cual, contrariamente a un problema, habría sido la versión criolla del paraíso), sino que la solida comedia norteamericana que fui a buscar tampoco estaba en la sala.

Hay que admitirlo. Empieza bien. Estos norteamericanos son hábiles, grandes narradores y entendedores de timings, y son casi inigualables a la hora de crear ficciones, más cuando se trata de comedias. Ahora bien, no son sólo eso.

Después de un comienzo en el que aún ciertas situaciones que bordean el ridículo resultan verosímiles, la película comienza a transitar un terreno que podría identificarse como de "lugar común tratando de no caer en el lugar común" -más allá de reconocerse como comedia romántica de género- y nos va transportando por la vida exterior e interior del personaje principal. Desafío que por una parte cumple con éxito, no sólo por la encantadora actuación de Clooney, sino porque el contexto entero de la propia película nos hace posible semejante viaje; pero por otra parte a partir de la mitad uno ya comienza a vibrar una suerte de déjà vu de sensación prefabricada. Las ganas de amar aún cuando se es un duro seductor que no deja títera con cabeza, los problemas de los más jóvenes con sus diferencias generacionales y sus ilusiones comenzando a quebrarse, las cuestiones relativas al amor desde la soltería versus matrimonio... todo, todo se torna casi previsible, incluyendo un giro en el final que se pretende imprevisible, pero que por sus cuestiones formales no es más que una auténtica muestra del establishment narrativo norteamericano. No es que eso esté mal. Tampoco está bien. Sólo que en esta vez -por lo menos a mí- no llegó a conmoverme en lo más mínimo. Y eso que esta vuelta fui al cine buscando que me mientan.

Pese a lo dicho, la película tiene ciertas situaciones sensibles bien logradas, especialmente las que tienen que ver con el contexto familiar conflictivo del personaje principal, ya que en esas pocas escenas el juego de vínculos adquiere hondura y un incómodo pasar para los involucrados. En esa línea, el trabajo de Melanie Lynskey como la hermana casamentera es de una sutileza destacable.

Ahora bien, cuando se ven por delante las intenciones que están detrás del que cuenta una historia, existe un problema. Y en Amor sin escalas, más allá de reconocerle su evidente habilidad de juego, y hasta una lograda humanidad en el retrato de los personajes ultrasecundarios (las víctimas de nuestro encantador villano), el director y la producción no llegan a tocarnos con sus artimanias narrativas, ni con su simpática complicidad, y nos dejan con las ganas de salir llorando, o riendo, o alguna cosa, algo de todo eso que uno espera cuando va al cine a ver una buena comedia norteamericana.

ROSETTA


Si no me equivoco, se trata de la cuarta película que veo de los hermanos Dardenne. En orden cronológico fueron: LA PROMESSE (tiutlada por estas latitudes EL NIÑO), LES FILS (EL HIJO), LE SILENCE DE LORNA (EL SILENCO DE LORNA) y ROSETTA. Los estrenos no se corresponden con la cronología de su realización: la última es de 1999. Debo confesar que las tres primeras tuvieron un impacto emocional y cinematográfico muy fuerte. Una especie de viaje donde lo que importó fue la contundencia de los contenidos y las formas de las cuales era imposible tomar distancia. Dramas humanos y puntos de vista ensamblados en forma impiadosa y brutal. Rosetta, en cambio, no logró conmoverme. Quizás había construido una especie de "defensa" para no ser arrastrado por semejante combinación pero lo cierto es que la historia de la adolescente cuya lucha por un destino personal, la única vida de la que es dueña, la sentí más lejana. Sin duda que los hermanos belgas son una mosca blanca en el cine europeo. En sus películas se muestra el continente oculto, aquél que, seguramente, los constructores de imagen no tienen ganas de ver. Marginalidad, desocupación, inmigración clandestina, es decir, la basura gestada por un orden social aparentemente desarrollado no está bajo la alfombra sino en la pantalla. Creo que la cámara en mano, los travellings en la espalda, el paisaje gris y la falta de glamour en el encuadre son parte de la fuerza de cada film. Los belgas - no sé porqué pero me parece que desde ese lugar pequeño es el único en donde ascetismo y arte se dan la mano (muy Bresson, ya tan olvidado) - no dejan ningún rincón de desperdicios sociales sin tocar. Juegan a fondo y ese es, quizás, uno de los motivos por los cuales seguiré viendo sus películas. Volviendo a Rosetta, si bien el contexto tiene valor determinante en el destino de la protagonista, una convicción latente, escéptica y fatal, parece imprimirse en cada uno de sus actos. Es como si se pidiera una sensación de piedad hacia la joven, una especie de conmiseración por su desgracia cargando de misericordia la pintura de su devenir (Mouchete, Bresson 1967, me había provocado una sensación similar aunque con un tono más católico y evangelizador). Muchos espectadores, al final de la proyección se quedaron sentados en sus butacas con la apariencia de no poder moverse por el impacto. Eso me pasó, como dije, en las tres anteriores. No fue este el caso.

Sherlock Holmes - ¿Un hombre de acción?

Cuando me enteré que Robert Downey Jr. encarnaría al más famoso detective inglés de todos los tiempos, me emocioné. Robert ya estuvo fantástico como Tony Stark en Iron Man, de modo que confiaba en su interpretación como Sherlock Holmes. Además, el guapo de Jude Law haciendo de Watson podía sumar puntos. Luego se sumó la novedad de que la película estaría a cargo de Guy Ritchie, director más que notorio del cine inglés, así que fui a verla esperando encontrarme con la versión Ritchie de Holmes.

A mi pesar, me terminé encontrando con la versión Warner Pictures. La película no respeta el aire policial de las novelas de Sir Arthur Conan Doyle, aunque sí sus formas y manías de resolver los casos. Se trata más bien de una versión hollywoodense y explosiva de las aventuras del detective, con algunos guiños y referencias para los lectores de las novelas, pero no mucho más. Persecusiones, magia negra y mucha violencia - Sherlock puede haber sido muchas cosas, pero nunca un tipo de acción. Si bien lo muestran detallista e inteligente, hay algo en la picardía con la que Downey Jr. interpeta al personaje que no termina de cerrar. Hay que destacar, eso sí, el trabajo de vestuario, válido para una nominación al Oscar, así como la reconstrucción de la Londres victoriana.

Lo más interesante de la película, según mi paladar, es la tensión homo-erótica entre Holmes y Watson. Hay algo en esas miradas y ese amor "fraternal" que los une durante toda la película, y ese algo es lo que nos mantiene mirando. Al menos desde el punto de vista femenino, la contemplación estética de estos dos señores es lo mejor de la película.

La oportunidad de filmar las aventuras de Sherlock Holmes evidentemente no es negocio. Fue necesario convertirlo en un héroe carismático y atlético para que Hollywood diera el OK. Evidentemente lo policiales han pasado de moda. Lo lamento mucho. Elemental, mi querido Sherlock.

AVATAR - Los sueños nunca fueron tan reales


A lo largo de su historia, Hollywood nos ha dado películas que cambiaron a concepción del cine, y las formas de hacerlo. Star Wars revolucionó la ciencia ficción; Tiburón, las recaudaciones de taquilla; Matrix, las cámaras en 360°. Estas películas pasaron a la historia como grandes hitos. y AVATAR, la última realización de James Cameron, se suma al listado.

Hace mucho tiempo que una película no me
inspiraba lo suficiente como para ir a verla dos veces al cine, pero esta vez lo hice con gusto. Y es que AVATAR es una experiencia i
nexplicable, e inabarcable. Hablando con otros espectadores escuché la misma crítica repetidas veces: la historia no es novedosa, es algo que ya hemos visto en Danza con Lobos o Pocahontas. Lo que estas críticas no tienen en cuenta es que AVATAR es mucho más que la historia que nos cuenta - es cómo nos la cuenta.

Se dice que demoró 15 años en hacerse, que es la película más cara de la historia, que inventó nuevas tecnologías. Lo que puedo afirmar, es que AVATAR es una experiencia audiovisual que depende muchísimo de la sala en que se la vea. Todas las megaproducciones hollywoodenses pierden algo de sentido cuando se las pasa a la p
antalla chica, pero esta es aún más exigente: para poder verla en todo su esplendor no alcanza con verla en el cine. Es necesario verla en 3D, y aún mejor, en la sala del IMAX: una pantalla de siete pisos de alto que permite no reducir el original de 70mm con el que fue filmada la película.

La pregunta que surge entonces es, ¿realmente fue filmada? La soberbia calidad de la imagen producto de la cooperación entre los dos estudios de efectos especiales más importantes de la industria (WETA e ILM) hace imposible diferenciar entre el 40% de filmación live action y 60% de animación CGI. Cameron estuvo esperando desde 1994 para que el desarrollo de la tecnología alcanzara su sueño, y no fue hasta que vio a Gollum de El Señor de los Anillos que supo que el momento para ponerse a trabajar había llegado. Y en el camino, inventó una nueva cámara.

Pero quiero volver a esta idea: la experiencia AVATAR-IMAX es algo nunca antes visto ni oído. La sala entera queda boquiabierta ante cualquier toma panorámica del bellísimo paisaje de Pandora. Sea diurno o nocturno, terrestre o aéreo, Cameron pintó un paraíso inspirado en estéticas psicodélicas y submarinas que le arranca el aliento a cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad. Otro plus, a mi gusto, es que el afecto tridimensional de la sala es aprovechado en sentido contrario a lo usual: en lugar de sobresalir, las imágenes se hunden, dando sensación de profundidad y hasta vértigo. Cameron sabía perfectamente que los espectadores quedaríamos obnubilados, y se dio el gustito de reirse de nuestras caras a través de Trudy (Michelle Rodriguez) cuando, ante la vista de las Montañas Alelluyah, se ríe diciendo "You should see your faces".


Y hablando de Rodriguez, es necesario destacar las impresionantes actuaciones. Es sorprendente como debajo de todos los efectos especiales y la animación CGI que componen a Neytiri, la señorita Zoe Saldana brilla por su interpretación. Según IMDB, los actores filmaron con cámaras pegadas a sus cabezas, y los puntos brillantes del maquillaje eran utilizados de referencia para los animadores de CGI captaran las expresiones -
un trabajo realmente formidable. También es la primera vez que Sigourney Weaver vuelve a rodar bajo las órdenes de Cameron desde Alien, lo cual ya de por sí es un acontecimiento digno de verse. Es evidente que AVATAR va a arrasar en los premios de la Academia en lo que a efectos especiales se refiere, pero veremos cuánto se animan a premiar las actuaciones.

Quienes se dedican a despotricar contra la trama también pecan de insensibilidad. En una época donde la destrucción del planeta es cada vez más profunda, mostrarse escéptico ante la conexión que los Na'vi tienen con su ecosistema es carecer d
e emociones. Como toda obra de arte, debe ser leída en el contexto histórico en que fue producida. Ya lo dijo el presidente de Bolivia, el señor Evo Morales: "La película contiene alta dosis de fantasía, pero es, a la vez, una profunda muestra de la resistencia al capitalismo y la lucha or la defensa de la naturaleza".

Una última reflexión, para terminar. Si para despertar en un Avatar es necesario dormir en nuestro cuerpo, quizás todo lo que sucede mientras dormimo
s es un sueño. En ese caso, y sólo en ese, James Cameron filmó un sueño hecho realidad.