I LOVE TERRY


The Imaginarium of Doctor Parnassus retoma el viaje que alguna vez se inició con Time Bandits, continuó con Brasil y las Aventuras del Barón Munchausen. Un vuelo del libre albedrío de lo imaginario. Nuevamente habrá que atravesar una puerta, en este caso son cortinas de plástico de fosforescente reflejo, para incluirse en un universo donde las leyes pertenecen a otra realidad, a una nueva distribución de la lógica. Serán trayectos inesperados, fantásticos y sorprendentes, para dar fe que en el potencial humano son muchos los rincones a descubrir. Y eso es a lo que nos invita el inefable Terry Gillian, un hombre del Renacimiento que habita en nuestro siglo. Sin renunciar a su inscripción en el clasisismo literario Terry nos propone una galería de personajes absurdos y morales, ridículos y queribles para producir una incisión no exenta de dolor sobre los núcleos de las apetencias, argucias y frustraciones que tenemos quienes estamos circunstacialmente presentes en esta parte de la historia. Esta vez el protagonista es una gestalt conformada por un cansado mago de mil años (merecido homenaje a Christopher Plummer), una muñeca clásica a punto de perder su virginidad (indescifrable Lily Cole), un asistente de presentador y un enano (uno de los Bandits que se filtró en el Tiempo). En el suburbio del núcleo planetario aparecen dos satélites imprecindibles: Tom Waits en el papel de un Fausto posmo y baboso (dibujado para el singer) y el conjunto Heat Ledger, Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrel para conformar otra gestalt, en este caso nada ficcional sino producto de la terca presencia de la muerte en vida. Tony, que así se llama el self-made-man, será el último eslabón que habrá que superar para mantener la vigencia de lo extraordinario. Es cierto que en todas las pelis de Gillian (quizás con la excepción de Brasil) hay un exceso en el tempo de algunas secuencias, cierta propensión a que si algo vale será en toda su extensión. Puede que produzca una cierta oscilación en el devenir de quienes navegamos en aguas del incierto oleaje narrativo. Pero el resultado está destinado a hacernos renacer un profundo amor hacia aquellas cosas que, por inverosímiles y arbitrarias, absurdas y poéticas, nos arrastran hacia mundos de los cuales quisiéramos sentirnos arte y parte.

Alice in Wonderland - Burton vs Disney


Advertencia: al final hay spoilers. Por si les importa.

Hoy en día las películas no empiezan con los títulos - empizan mucho antes. En los anuncios de realización, en los posters promocionales, en los trailers spoileros. Hace meses que Disney se encargó de generarnos expectativa por el maravilloso estreno de Alice in Wonderland, dirigida por el señor Tim Burton. Y finalmente, el pasado jueves 4 de marzo, Alicia llegó a las salas.

Nunca dudé del talento de Tim para llevar el cuento de Lewis Carroll a la pantalla grande - si hay alguien que tiene un país de maravillas en el cerebro, ese alguien es Tim Burton. Lo que me preocupaba era la productora: trabajar para Disney es un arma de doble filo. El presupuesto para la realización, así como su mundial distribución, estaban garantizados: el problema era que Burton tendría que condicionar su visión a algo más apto para niños, probablemente.

A pesar de eso, Alicia es tan encantadoramente tenebrosa y colorida como lo esperaba. El desarrollo de la tecnología ha alcanzado el punto que hace años busca: que la animación no se note. Así como en Avatar, parece que Burton tiró a todo su equipo de rodaje a través del agujero del conejo, y bajó hasta el País de las Maravillas para filmar la película. Pero más allá de la técnica, el resultado es sencillamente bellísimo. Paseamos por los jardines soñados, las ruinas de fuego, las maravillas a las que Tim nos tiene tan malacostumbrados.

El casting también es un punto fuerte. A pesar de que la mayoría de los personajes son animales (mágicamente reales), los humanos brillan por sus interpretaciones. Los mayores aplausos van para las dos reinas: Anne Hathaway como una Reina Blanca exageradamente delicada y de uñas moradas, y la gloriosa Helenna Bonham Carter como la Reina Roja más demente y malvada de la historia de las Alicias. Y como siempre, reconocer a los queridísimos personajes clásicos (el Gato de Chesire, el Conejo Blanco) que hasta dan ganas de ponerse a aplaudir cuando aparecen.

Como todas las películas de Hollywood de ahora en más, Alicia puede verse en 2D, 3D, o en el IMAX. Ya casi afiliada a la sala del Norcenter, una vez más afirmo que ir al IMAX es una experiencia completamente diferente. Todas las películas que allí se estrenen aprovechan su aspecto visual y sonoro al 100%, y Alicia no es la excepción. Aquí Disney nos ganó una batalla, pues sólo se proyecta doblada al castellano. Sin embargo, el doblaje está muy bien y prolijo, y no hace sangrar los oídos.

Podemos reconocer tramas y escenografías claramente burtonianas, y también disneyladenses, como si toda la película fuera una tensión escena a escena entre el director y la productora. Un río de cabezas flotantes salidas de Sleepy Hollow, un ratoncito tierno pero fiero guerrero, un pajarraco malvado que muere de forma violenta en primer plano. El resultado es un tibio intermedio: la película será Apta para todo público, pero los niños pequeños no la pasarían muy bien mirándola (hay cosas que les daría demasiado miedo).

Es una pena que en la pulseada final, Burton siga creyendo en los finales felices típicos. Sólo por esta vez, me hubiera encantado que Alicia pateara el tablero, mandara la realidad al carajo, y decidiera quedarse para siempre en su mundo de maravillas.