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Died young, stay pretty - Rock de pósters

Ayer a la tarde llegué inesperadable a la Perla del Plata para asistir al 24° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Desde entonces he visto tres películas, así que las reviews vienen atrasadas pero en cadena. Para darle un orden lógico y arbitrario, lo haremos cronológicamente.

La primera película que vi se llama, previsiblemente, Died young, stay pretty, como un tema de Blondie. Está dirigida y producida por una norteamericana de nombre Eileen Yaghoobian. Esta muchacha (porque no dudo que tiene menos de 35 años) decidió colgarse la cámara al hombre y retratar la película que a ella misma le hubiera gustado ver - un documental freak.

En mi opinión el término freak, tiene una connotación tan amplia como específica. Algo o alguien es freak cuando está apasionado por cuestiones inútiles pero extremadamente fascinantes al detalle. Si se cuenta con suficiente tiempo al pedo, uno puede incluso volverse profesional: qué decir, sino, de los gamertesters, ese trabajo tan increíble como divertido que consiste en probar e intentar crackear juegos para consola antes de que salgan al mercado.

Los freaks abundan en rubros, tamaños y colores. Puede fascinarse con libros, comics, videojuegos, películas, revistas... y por los posters de rock.

Died young, stay pretty es un retrato cotidiano de los artistas y diseñadores gráficos que crean los gigposters - afiches promocionando las fechas de las bandas de rock. El submundo del diseño under de Seattle, Boston y North Carolina (entre otros) es un tugurio de freaks que idolatran las revistas de la década del 50', las imprentas manuales con sellos de plomo y el rock. Las entrevistas son cotidianas y locales, visitando los talleres de los diseñadores, las imprentas y los bares donde tocan las bandas cuando pasan por esa ciudad. El sonido es ambiental, crudo, poco editado. Resulta un poco molesto, pero es parte del trato. La película fue hecha con mínimo presupuesto, y la cámara en la mano de la directora.

Sin embargo, a mí siempre me resulta interesante oír hablar a los yanquis que tienen otra cosa para decir, y no sólo escupir las repeticiones del american way of life 2.0. Estos tipos (porque la mayoría es masculina) pertenecen a la clase media-baja norteamericana. Muchos discursos anti-Bush, mucha política presente y pasada - el arte de retratar al rock en un poster es violento contra todo. Obviamente también se escuchan quejas sobre la decadencia del rock, la falta de innovación y otro montón de cosas así que se escuchan desde que el rock comenzó a decaer (1973 más o menos, según Lester Bangs).

Pero más allá de todo (la baja calidad audiovisual, el discurso fragmentado, etc) la película brilla por la mejor cosa que tiene: los posters. La verdad es que este documental puede sobrevivir al olvido como un tremendo archivo audiovisual de una colección de increíbles posters de rock. Afortunadamente, los freaks siempre saben cómo juntarse, y el documental pasa el chivo de GigPosters.com, un sitio dedicado a archivar todos los posters lanzados desde el lanzamiento de la página, y de donde saqué las imágenes que ilustran estas letras. Muy recomendable, sobre todo para freaks como yo.

Esto ya pasó, o la vida del vecino.


Esto ya pasó, de Anja Salomonowitz es un documental posible sólo porque existe la ficción. Su inversa, a la vez, sigue siendo válida: es representación apoyada literalmente en testimonios reales. Con todo, no es una película ubicada en la delgada y contemporánea línea que coquetea con las indefiniciones clasificatorias. Es una cosa y es la otra.

Áspera, se deja ver, pero molesta casi todo el tiempo por lo que nos está contando. Nos entretiene, sí, pero más que nada nos tira un baldazo frío de realidad del que no podemos escapar, a menos que seamos sordos, ciegos y mancos.

La trata de mujeres, cualquier tipo de maltrato, engaño y abuso, cualquiera sea la mujer, su profesión, su edad, su deseo de vida, es lo que la película retrata; y lo hace a través de escenarios y personajes posibles de la vida de estas mujeres, haciéndolos a ellos portadores de sus relatos, palabras documentales que cobran cuerpo y espacio por intermedio de un tercero en cuestión. Así, nos va presentando situaciones en el lugar de los hechos, cambiando la subjetividad de su lugar aparente, y poniendo en cuestión cuán activo puede llegar a ser el rol de alguien que no es el maltratado pero maltrata o permite maltratar. El uso de la primera persona es la clave del desbarajuste que termina reubicando no sólo a los personajes de la película, sino al propio espectador, que como mínimo se verá en la situación de repensar su propio rol en relación a lo que ve, sea lo que está pasando en la película o -más cerca- en la vida del vecino que transcurre silenciosa e indiferente a la vuelta de su casa.

Ubicada al margen de producciones esperables y digeribles, Esto ya pasó propone el sano ejercicio de prestar atención a algo que no es fácil de ver, pero que con prolija habilidad nos adentra en las vidas de seres que, no por no aparecer nunca en cámara, dejan de aparecer en la vida de cada uno, en la mía, en la tuya, en la nuestra, en la de cualquiera que tenga un mínimo espacio para dejarse permear y se atreva a escuchar.