I LOVE TERRY


The Imaginarium of Doctor Parnassus retoma el viaje que alguna vez se inició con Time Bandits, continuó con Brasil y las Aventuras del Barón Munchausen. Un vuelo del libre albedrío de lo imaginario. Nuevamente habrá que atravesar una puerta, en este caso son cortinas de plástico de fosforescente reflejo, para incluirse en un universo donde las leyes pertenecen a otra realidad, a una nueva distribución de la lógica. Serán trayectos inesperados, fantásticos y sorprendentes, para dar fe que en el potencial humano son muchos los rincones a descubrir. Y eso es a lo que nos invita el inefable Terry Gillian, un hombre del Renacimiento que habita en nuestro siglo. Sin renunciar a su inscripción en el clasisismo literario Terry nos propone una galería de personajes absurdos y morales, ridículos y queribles para producir una incisión no exenta de dolor sobre los núcleos de las apetencias, argucias y frustraciones que tenemos quienes estamos circunstacialmente presentes en esta parte de la historia. Esta vez el protagonista es una gestalt conformada por un cansado mago de mil años (merecido homenaje a Christopher Plummer), una muñeca clásica a punto de perder su virginidad (indescifrable Lily Cole), un asistente de presentador y un enano (uno de los Bandits que se filtró en el Tiempo). En el suburbio del núcleo planetario aparecen dos satélites imprecindibles: Tom Waits en el papel de un Fausto posmo y baboso (dibujado para el singer) y el conjunto Heat Ledger, Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrel para conformar otra gestalt, en este caso nada ficcional sino producto de la terca presencia de la muerte en vida. Tony, que así se llama el self-made-man, será el último eslabón que habrá que superar para mantener la vigencia de lo extraordinario. Es cierto que en todas las pelis de Gillian (quizás con la excepción de Brasil) hay un exceso en el tempo de algunas secuencias, cierta propensión a que si algo vale será en toda su extensión. Puede que produzca una cierta oscilación en el devenir de quienes navegamos en aguas del incierto oleaje narrativo. Pero el resultado está destinado a hacernos renacer un profundo amor hacia aquellas cosas que, por inverosímiles y arbitrarias, absurdas y poéticas, nos arrastran hacia mundos de los cuales quisiéramos sentirnos arte y parte.

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