Volver a abrazarte (Los abrazos rotos)

Desde un tiempo a esta parte, cada vez que Almodóvar estrena una película es una cita infaltable al cine. Mi generación, tan nativa de Internet, suele preferir efectos especiales desbordantes y explosiones de millones de dólares para que el precio de la entrada lo amerite, y relega este tipo de películas a la descarga pirata por uTorrent. Pero a mí a Pedro me gusta verlo así, en grande, con una pantalla enorme, para que todos sus colores, sus planos y sus actrices se vean lo más gigantes posibles. La experiencia debe estar a la altura de la película, porque Pedro se lo merece.

Hace ya un par de semanas que fui a ver Los abrazos rotos, su última obra, protagonizada por su nueva actriz fetiche, la divina, hermosa, preciosísima de Penélope Cruz, que cada día se ve más linda bajo el lente de Pedro. Lo primero que me llamó la atención fue el protagonista: en efecto, Almodóvar venía de una seguidilla de protagónicos femeninos, y de repente entrar en un mundo, no masculino, pero sí centrado en un hombre, fue, de mínima, sorprendente. Sobre todo porque Volver (su película anterior) no sólo tenía protagónicos femeninos, sino que sus dos o tres personajes masculinos prácticamente no tenían líneas. De modo que de entrada Pedro nos dijo que sigue siendo él, pero que cambiaba algo, que volvía un poco al aire de Hable con ella y que las mujeres son sus musas, pero que también puede jugar a que sean las musas de los hombres de sus películas.

Si bien no la sentí autobiográfica, Los abrazos rotos es esencialmente una película sobre cine, o sobre la pasión por cine - la pasión de un director que también es personaje. Un director resignado a guionista, una actriz resignada a su marido: infaltable la hermosa historia de amor. Pedro seguirá siendo quien es, y dirigiendo como dirige, mientras siga creyendo en el amor.

Una escena que me maravilló profundamente fue, justamente, en la que él y ella hacen el amor por primera vez. La toma decide girar al son del vals de los amantes, que rotan, giran, se besan y se mueven en una enredadera de miembros, con la cámara bailando al compás. Una sensación de mareos que identifican y conmueven al espectador, aunque no se dé cuenta por qué.

Las actuaciones, brillantes, sobre todo la princesa Penélope y la impresionante Blanca Portillo, a quien ya había admirado mucho en Volver por su papel como Agustina. Debo decir que Volver estuvo bastante en mi mente a lo largo de toda la película, y me robó sonrisas reconocer a muchos del casting (una viejita en la escalera, una lectora de labios) reeincidiendo en el placer que dicen que da trabajar con Almodóvar.

Y si bien debo admitir que quizás no esté en mi podio de favoritas a la hora de elegir Almodovars, creo que es una hermosa película. Y que, por supuesto, vale la pena verla en pantalla grande.



1 comentarios:

Her dijo...

Para cine entonces. Agendado.
Próximamente mi debut con Bastardos sin gloria.
Besos!

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